Siguiendo con la horripilante semana de los posts cursis, les diré algo que, si son lector@s habituales del blog, probablemente ya sabrán, pero
soy una víctima más de mí misma, ¿por qué? Sencillo,
siento mucho y lo siento en cantidades inconmensurables, muchas veces me encuentro abrumada por mis propias emociones y, créanme, no es bonito. Es útil a la hora de escribir, a la hora de resolver situaciones que requieren de una solución creativa y rebuscada pero, fuera de eso,
mis emociones me causan muchos problemas todos los días.No hablo de una condición crónica, transtornos clínicos ni mucho menos, simplemente soy así, siempre he sentido todo de maneras ridículas y,
cuando digo que experimento una emoción al grado en el que duele, no bromeo. Ejemplo, hoy tuve que releer un cuento titulado
'La Novia Robada', de
Juan Carlos Onetti y el primer capítulo me hundió en una tremenda tristeza, seguramente porque el sentimiento de imposibilidad que el autor imprime en el texto se aunó a mi propio sentimiento de imposibilidad en un panorama diferente, de esos clásicos momentos en los que me pregunto,
¿por qué hay tanto en mi vida que parece ser imposible? Y, bueno, más cosas deprimentes que no les contaré para no aburrirl@s
[más], lo que sí me interesa que conozcan es un fragmento del libro que les mencioné, so, les dejo algo chiquito.chiquito para que comprendan mi dolorrrs...
ok, no, pero les gustará.
"Nada sucedió en Santa María aquel otoño hasta que llegó la hora —por qué maldita o fatal o determinada e ineludible—, hasta que llegó la hora feliz de la mentira y el amarillo se insinuó en los bordes de los encajes venecianos. Me dijeron, Moncha, que esta historia ya había sido escrita [...] dije, Moncha, que no importa porque se trata, apenas, de una carta de amor o cariño o respeto o lealtad. Siempre supiste, creo, que yo te quería y que las palabras que preceden y siguien se debilitan porque nacieron de la lástima. Piedad, preferías. Te lo digo, Moncha, a pesar de todo. Muchos serán llamados a leerlas pero sólo tú y ahora, elegida para escucharlas.
[...]
La carta, Moncha, imprevisible, pero que ahora invento haber presentido desde el principio. La carta planeada en una isla que no se llama Santa María, que tiene un nombre que se pronuncia con una efe de la garganta, aunque tal vez sólo se llame Bisnidem, sin efe posible; una soledad para nosotros, una manía pertinaz de obseso y hechizado.
Por astucia, recurso, humildad, amor a lo cierto, deseo de ser claro y poner orden, dejo el yo y simulo perderme en el nosotros. Todos hicieron lo mismo."
Si pueden conseguir el libro, háganlo,
es maravilloso.